La
ciencia social que hasta ahora estudia la relación entre forma y fondo de
cualquier fenómeno social o cultural es la Antropología, desde manifestaciones
religiosas, sistemas políticos, estructuras de poder o redes de comunicación
hasta la realidad del concepto medicina, dependiendo de los lugares y contextos
en los que intervengan los males que afectan a una o más personas. Proponemos
que hay un análisis simultáneo de la interpretación oficial ofrecida por
psicólogos/as, médicos/as, enfermeros/as sobre la intervención directa en la
organización del diagnóstico, su interpretación y las acciones concretas para
enarbolar una curación de la enfermedad concreta. El análisis clínico
convencional es un complejo científico que está en íntima relación con el
conocimiento biológico de la anatomía y los ciclos naturales del cuerpo humano pero
en cualquier caso es siempre una respuesta final al daño causado por un
contagio, un accidente o una reacción de nuestro cuerpo y en ningún caso una
forma de prevenir la enfermedad. Por lo que se establece como natural el
funcionamiento imperfecto y como esencial la intervención directa de un
especialista a través de herramientas, a veces de quirófano, en otras ocasiones
de laboratorio y en ningún caso de acción colectiva sobre el conjunto de
relaciones sociales de los pacientes.
En
este trabajo propongo que hay ciertas enfermedades que solo pueden ser
detectadas por el comportamiento de los individuos en un contexto cultural
adecuado y que sus consecuencias en la estructura social dependen también de
los enfermos a los que unos chamanes, parroquianos o músicos tratan de
comprender mediante diferentes rituales, conjuros o trances. La posesión
diabólica forma parte de nuestra cultura y es uno de los casos en los que la
antropología ha descubierto la cercanía expresa que manifiesta la situación de
una cultura en el cuerpo y la mente de las personas y su capacidad de
manifestar el malestar en los marcos interpretativos de un lenguaje de forma
diacrónica, este apartado está basado en las investigaciones de Carmelo Lisón
Tolosana recogidos en el libro Demonios y exorcismos en los siglos de Oro. Otra
de estas posiciones de la antropología es el estudio del trance en Italia que está
mediado por la música en el fenómeno de la tarantela cuya función es la de
expulsar el malestar producido por la infección de una tarántula o por la
suposición de haber entrado en contacto con algún afligido. El último caso
significativo de malestar es la descripción de las visiones de Ezquioga en un
estudio de Raymond Carr y su importancia relativa en el desarrollo de cultos
católicos de apariciones, formando parte de la amplia historia de las
apariciones marianas, manifestando las contradicciones científicas que propone
la interpretación biológica de la esquizofrenia, ya que los médicos
participaron como fuente de autoridad en la decisión de la autenticidad de las
visiones practicando mediciones clínicas.
En
un primer análisis coincido con la teoría sobre ritualismo y estigma social en
diversos estudios realizado por la antropóloga Mary Douglas en el ensayo
Símbolos naturales. Investigaciones en cosmología; nos es útil anticipar sus
reflexiones sobre la identidad de las manifestaciones simbólicas y emocionales
de la mente humana en contextos de crisis donde se suceden panoramas inciertos
y volátiles que afectan a la vida y saberes de los sujetos, allá donde estén,
insertos en una complejidad cultural equivalente a la supervivencia natural. En
sus palabras afirmo que “primero habremos de analizar los medios de expresión
de las relaciones sociales. Si el esquema de dichas relaciones influye, como
demuestra Bernstein, sobre las formas del habla, habrá de influir también
indudablemente sobre formas de comunicación no verbal. Y si las formas del
habla resultantes controlan el tipo de respuestas sociales posibles dentro de
un entorno dado, lo natural será que la utilización del cuerpo con fines de
comunicación ejerza un control parecido”(1978). Aquí aparece un elemento de los
fenómenos que es indispensable para una antropología médica, el cuerpo, ya que
repercute directamente en los estados de ánimo de los enfermos y en su análisis
estructuralista determina que donde existan lazos fuertes en torno a las
jerarquías de poder y las relaciones entre generaciones habrá una presión mayor
sobre la expresión de las emociones y conductas del cuerpo que donde exista una
ecología horizontal de las relaciones entre funciones sociales y poder
orgánico. En un segundo lugar subyace el problema político asociado a la
expresión de los casos de posesión, trance y visiones que trata de la tensión
política, ¿cómo gestionamos el crédito de determinadas creencias que se sitúan
en un proceso secular con respecto al poder establecido? Pues bien, en la
antropología abrimos el marco de la interpretación y comparamos desde un punto
de vista relativista porque consideramos al ser humano como agente activo de
sus creencias y en cualquier caso como organizador de mitos, pero la autoridad
epistemológica se sitúa en entre dicho constantemente cuando se trata de
fenómenos “aislados” y esta situación, es en la mayoría de los casos la que
ocasiona malestar, incomodidad y genera violencia por motivos de clase o de
género, por eso propongo que la segunda identidad de la enfermedad vista como
un proceso social y discursivo es la siguiente “teniendo en cuenta lo
anteriormente expuesto en cuanto a la tendencia a plasmar unas determinadas
condiciones sociales en un simbolismo corporal, no podrá sorprendernos que
muchos rituales del culto cargo vayan acompañados de temblores, frenesí y
promiscuidad sexual” (1978:161).
La
conciencia sobre la naturaleza de la inestabilidad emocional es una
transformación de la realidad producida por los horizontes simbólicos que están
representados en las emociones y acciones de los enfermos y los sanadores y es,
llegados a este punto, la relación entre ambos la que permite la ocasional
intervención del análisis etnográfico como fundamento de la cooperación que
conlleva, por parte de los médicos convencionales, al cuestionamiento de la
universalidad del tratamiento clínico. Los chamanes, los curas y los músicos,
como parte interna del sistema de saberes de la cultura son conscientes a su
vez de la naturaleza emocional y subjetiva de la enfermedad pero tienen la
capacidad de interpretar los tratamientos más convenientes en cada caso sin
escatimar en el esfuerzo de poner a sus compañeros a salvo mediante su
participación activa. En cambio los médicos, sucesores de los astrólogos y los
galenos, se dedican principalmente a la composición interna del cuerpo humano
sin tener en cuenta las circunstancias que le rodean. En definitiva, la
comunicación entre ambos saberes puede gestionar también la producción de
formas de intervención en la sanidad y puede aportar conocimiento sobre las
fracturas físicas y metafísicas de una cultura en tanto que el chamán es
producto de las enfermedades también, así como el/la médico.
En
este trabajo existen antecedentes que han estudiado una de las partes más exóticas
del conocimiento antropológico conocida por ser lo que llamamos sobrenatural y que
está dividida en partes como la Magia y los Tabús del parentesco, aquí nos
importa la primera parte pues desde James George Frazer podemos argumentar que
las civilizaciones del mundo han utilizado técnicas para provocar y para
eliminar la aflicción, es probable que su interpretación de la homeopatía como
fundamento técnico aún nos remita a algo en nuestros días como uno de los
sistemas médicos alternativos emergentes basado en que los males son
manipulables y la premisa de que “lo semejante produce lo semejante” expuesto
en muchas anécdotas, como las de los magos que en un embarazo complicado cogían
la sangre de un toro y la untaban sobre una piedra mientas la hacían girar
sobre su centro en la puerta de la parturienta, o, en el caso contrario, del
vudú, es decir la magia contaminante, donde todos sabemos que existe la
creencia de construir un altar con restos de comida y fluidos del vecino antes
de quemarlo para producir que sus campos dejen de ser fértiles. Pero esta historia,
aunque forma parte de la antropología clásica, es un buen prólogo de la
identidad de “lo otro” y concuerda con Marret quien define lo religioso como un
suceso experiencial o emocional, ya que la religión salvaje no es algo que se
piense tanto como se baila, que se desarrolla bajo condiciones psicológicas y
socio-biológicas que favorecen los procesos emocionales y motores mientras la
ideación permanece relativamente ausente. El efecto negativo de este concepto
es la invisibilidad de la experiencia religiosa, la deduce de la superficie.
Así
como estudiamos la relación entre cuerpo y alma como un proceso complejo, se
confiere un agente inconsciente a la posesión y asumimos que existen estados
alterados de conciencia producidos por una inducción sobrenatural. Si la salud
es probablemente un elemento clave en las manifestaciones colectivas que domina
la función simbólica de las personas afectadas en su condición vital, es porque
forma parte de la cultura en cualquier parte del mundo. Además si la salud es
siempre un problema objetivo en cada ser humano que es inevitablemente observado
subjetivamente por otro ser humano y se manifiesta de múltiples formas, entonces…
¿En qué condiciones se desarrolla un énfasis cultural en los éxtasis? Serán cultos
en sociedades en las que la posesión no desempeña ningún papel central en la
religión -a diferencia de los cultos demoniacos- y no operan para mantener el código
moral de una sociedad sino para transgredirlo al menos temporalmente.
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