Trabajo de
investigación
EL SINDICALISMO DE PERÚ DURANTE EL
SIGLO XX
Los procesos de asentamiento y
revolución de la clase trabajadora en un país de América Latina.
INTRODUCCIÓN
En
la historia del sindicalismo han tenido una importancia relativa los procesos
políticos que se suceden fuera del eje noroccidental del planeta, repercutiendo
sobre la idea que los habitantes de estos países tienen de sus implicaciones
políticas en la toma de decisiones global. Aunque el sindicalismo parece un
proceso de fundación histórica basado en la categoría que se otorga a los
movimientos sociales fuera de los países capitalistas y las potencias más
fervientes, el establecimiento de formas y pautas de negociación colectiva es
un suceso internacional, que por su propia naturaleza es variable y
controvertido con respecto a la ideología conservadora de los países más
industrializados. Son estos países de raíz nativa, cuya población está entre dos
épocas y cuya historia se somete a los procesos de la adaptación donde a veces
vemos la genética del sindicalismo. Aun así los sindicatos tienen un recorrido
que se sitúa en el fondo de las políticas sociales de cara a gestionar un mayor
entendimiento entre los sectores productivos y las clases medias trabajadoras
para evitar abusos por parte del empresario o promotor.
En
este caso nos enfrenta la distancia que separa nuestro continente de la gran
América del Sur, pero nos encara y conecta la identidad cultural de un
territorio de habla hispana, el Perú de los grandes imperios precolombinos, el Perú
de la resistencia marxista-leninista-maoísta, el Perú de la selva, el Perú
inédito. Estamos hablando de un país con una afluencia de ideas políticas que
provienen de tres polos, el americanista, el latinista y el indigenista, de
forma que su situación se complejiza a la hora de definir la identidad de clase
que soportan los ciudadanos de Perú, en una perspectiva de conflicto en el cual
los trabajadores nos recuerdan a los conformistas estadounidenses por momentos,
como durante el periodo de gobierno de Alberto Fujimori, a los reformistas
franceses durante el panorama democrático de Alan García o a los bolcheviques
rusos durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado.
De
este modo sobrevolamos la chacra en la cual se movilizan los trabajadores
peruanos transformando la visión unitaria del desarrollo lineal, acudimos a los
parlamentos de estudiantes de Huamanga para describir los inicios del
movimiento Sendero Luminoso, también cuidaremos de observar la relación de los
primeros partidos políticos de Perú con las condiciones para favorecer unos
sindicatos organizados por la sociedad. La trascendencia de los ideólogos como
Mao Zedong, Abimael Guzmán y José Carlos Mariátegui nos sirve de principio de
conducta en este trance, donde con más de una dificultad se visibiliza el
proceso histórico de formación de sindicatos en un país que hasta mediados del
siglo XX se valoraba como semifeudal y semicolonial. Hasta nuestros días donde
a través de una red social se pueden observar unos repertorios públicos de
resistencia cosmopolita, es decir, que ha habido en todos estos fenómenos una
implícita forma de adaptación evolutiva de los procesos violentos, rígidos y
directos hacia formas de negociación sutil, indirecta y pacífica en este caso
promovidas por el SUTEP: Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del
Perú.
LA
CULTURA DE LA MOVILIZACIÓN EN PERÚ
Períodos de mayor movilización
La
historia del sindicalismo peruano nos permite explorar su capacidad de
respuesta ante profundas reformas estatales que pusieron en riesgo los derechos
básicos de los trabajadores. En ocasiones se aliaban los partidos políticos con
los sindicatos para apoyarse. Los partidos políticos, las organizaciones
barriales y las organizaciones rurales fueron todos actores importantes en el
proceso de movilización popular. Los periodos de 1977-78 y 1990-92 fueron
“coyunturas críticas” y es llamativo que la reacción sindical y su capacidad de
movilización fueran claramente superiores en el periodo 1977-78 que en 1990-92.
Constancia de la respuesta exitosa del sindicalismo durante el quinquenio de
Morales Bermúdez (sucesor de Velasco Alvarado), y débil en los inicios del
fujimorato. En este análisis está presente el concepto de capacidad de
adaptación que describe el marco analítico de Rueschemeyer, Huber Stephens y
Stephens (1992), que tiene en cuenta el poder de clase, el poder estatal y el
poder de las estructuras transnacionales.
Partimos
de la desmitificación de una premisa: si el “liderazgo” de la burguesía y las
clases medias explica el advenimiento de las democracias en diversos países es
ahora, en el caso de América Latina, la “clase obrera” la que tradicionalmente
impulsó las oleadas democráticas en la región. Además de un fenómeno de alianza
de clases que provocaría en 1978 la Asamblea Constituyente mediante el Paro
Nacional.
Entrada
la década de 1930, la disputa entre el APRA (Alianza Popular Revolucionaria
Americana) y el PCP (Partido Comunista Peruano) por el control de la central
sindical más importante, la Confederación General de Trabajadores del Perú
(CGTP), dejó huellas en el desarrollo ulterior de la clase obrera del país. El
APRA se apropió y movilizó estratégicamente un discurso “anticomunista obrero”,
esto es, rechazo sobre la ideología y prácticas del PCP, el cual no había
podido resolver las objeciones pragmáticas de los trabajadores. La CTP
(Confederación de Trabajadores del Perú) aprista fue la cabeza del movimiento
sindical desde 1940 hasta mediados de la década de 1960. Sus movimientos se
contrajeron y el APRA no pudo hacerle frente a las huelgas de los trabajadores
ante varias de las políticas económicas estatales que afectaron a los sectores
sindicalizados. Por estas circunstancias un importante sector del movimiento
obrero, en vista de la actitud de la dirigencia aprista, optó por
independizarse y reforzar, años después, a la CGTP. En definitiva se considera
a 1968 como un año crítico para el sindicalismo en el país. El movimiento
sindical peruano no tuvo un crecimiento vertiginoso como sí sucedió en otros
países de América Latina. La tasa de sindicalización a finales de la década de
1960 alcanzaba apenas un 19%.
El
Perú vivió un acelerado proceso de industrialización que dinamizó el espacio
sindical; así, entre los años 1961 y 1971, la fuerza laboral experimentó un
rápido crecimiento, aumentando de 428.700 a 643.900 trabajadores. Ya eran por
ese entonces propensos a las huelgas y a las manifestaciones cuando en 1968 el
país instaura una dictadura militar (1968-1975), es decir, el período del
“corporativismo inclusivo” de Velasco Alvarado. Durante este tiempo el número
de sindicatos aumento un 120%, el régimen reconoció la CGTP, asumió la creación
de la Central de Trabajadores de la Revolución Peruana (CTRP) que fracasó y
lidió con las contradicciones internas del régimen como la política de
Comunidad Industrial y la Ley de Seguridad del Empleo: la Comunidad Industrial
permitía que los trabajadores participaran en las ganancias de las empresas
donde laboraban, otorgándoles, además, la posibilidad de adquirir y manejar un
porcentaje de acciones. Ambas iniciativas provocaron una mayor actividad
sindical al darle mayor visibilidad a los conflictos entre empleadores y
empleados: no solo permitieron la formación de nuevos sindicatos, sino que
también, a la par, coadyuvaron al fortalecimiento de los ya existentes.
La
segunda fase del gobierno militar, la de Morales Bermúdez (1975-1980) cargó con
los legados de la crisis económica iniciada durante el velascato. El Comando
Unitario de Lucha (CUL) ofreció respuesta y convocó al primer Paro Nacional de
la historia del país. El Paro Nacional del 19 de julio de 1977 fue, según
Zapata (2014), crucial para el país y los sindicatos. Pero la situación no se
decantó felizmente para los intereses sociales al producirse un efecto
contrario y adverso a la teoría de que la crisis cohesiona obreros en la
radicalización de sus luchas, esta crisis desmoralizó trabajadores, diluyó la
identificación de clase, propició la búsqueda de salidas individuales y
debilitó mecanismos de integración. La heterogeneidad productiva fragmentaba la
cohesión sindical, ya que aquellos de las ramas más productivas tenían mayor
capacidad de apalancamiento. Algunas salidas individuales están basadas en que
la condición obrera ya no fundamenta la esperanza de progreso. El camino ahora
es el trabajo independiente, al menos eso creen los dirigentes del sindicato
Intasa. Por ejemplo, Raúl, ante la caída del salario decidió estudiar refrigeración.
En la actualidad duplica sus ingresos gracias a reparaciones que hace los fines
de semana. Asociándose con un cuñado piensa montar un taller.
Un
cambio radical de escenario. La crisis económica, la refundación de la
democracia liberal, el colapso de la ideología marxista-leninista. Los salarios
caen, el empleo se reduce, los derechos laborales son recortados. El clasismo y
la CGTP no pueden revertir la situación. Los paros nacionales tienen poco o
ningún efecto. El sindicalismo entra en un periodo de crisis y reflujo. Las
huelgas pierden efectividad, el número de afiliados disminuye y también lo hace
la expectativa de los trabajadores. Además hay un incipiente aunque no
desarrollado cuestionamiento del clasismo. Ello se manifiesta en la autocrítica
de la intransigencia frente a la empresa y frente al gobierno de Velasco. Es
como si admitieran que les faltó flexibilidad, que mejor hubiera sido
entenderse con Velasco y no hacer una oposición a ultranza a la empresa.
Junto
a ello, el avance del terrorismo de Sendero Luminoso desmovilizó al movimiento
social reivindicativo y autónomo de la década precedente, debido a que
cualquier movimiento de protesta era automáticamente acusado de “terrorista”.
Períodos de menor movilización
El
gobierno de Fujimori emprendió un paquete de políticas de estabilización y
reformas estructurales que consistió en la privatización de empresas estatales,
la liberalización y desregulación de mercados, las reformas y simplificación
tributaria y la apertura comercial, etc. (Abusada et al. 2000; Pasco-Fonto y
Saavedra 2001). Sin embargo, lo que más nos interesa es la reforma laboral del
periodo. Ésta tuvo como objetivo reducir los costos de contratación y despido,
además de flexibilizar los términos de contrato: se introdujo una amplia gama
de modalidades contractuales, la estabilidad laboral como derecho se suprimió
en la Constitución de 1993. Al mismo tiempo, se facilitó la creación de
sindicatos para erosionar el poder de los sindicatos principales y llevar a
negociaciones por firmas en lugar de aquellas por sectores; adicionalmente, se
estableció que los trabajadores en huelga dejarían de recibir salario hasta que
retomasen sus labores.
Se
trataba de una situación de precariedad laboral, acompañada por la incapacidad
de respuesta sindical. Ello se debió, fuera de los factores estructurales, a la
pérdida de mandos medios de la CGTP y el distanciamiento entre el trabajador
sindicalizado y el trabajador promedio, a lo que debe agregarse la política
fujimorista de intimidación y desaparición de líderes sindicales y la tan
intencionada descomposición del sistema de partidos. La precariedad laboral que
provoca la disminución de los afiliados así como la actitud fatalista de los
trabajadores viejos y la resignación de los contratados jóvenes. Ello se vio
acompañado por cambios institucionales fundamentales como la creación de la
Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria (SUNAT)
para los aspectos fiscales, y una mayor autonomía de BCRP (Banco Central) para
los asuntos monetarios. De esta manera se pretendía reducir los déficits
sostenidos por el gobierno ya que la inflación había llegado al nivel de 7500%
en 1990, habiendo sido casi 3400% el año anterior, siendo esta la fuente de
desequilibrio más urgente del momento.
En
este periodo la situación para los intereses clasistas era perversa porque el
sindicalismo de los noventa luchaba en una situación complicada, al tener todo
un aparato de políticas en torno a un modelo que se presentaba como the only game in town y con una herencia
económica desastrosa. Ello hacía más fuerte y coherente el centro desde donde
emanaban estas políticas, a la vez que erosionaban las bases mismas de la
movilización. Si se suma con los problemas organizacionales, la crisis de los
partidos y los factores estructurales que se han venido señalando, es claro que
se trataba de una fórmula para el caos.
LA
RETÓRICA DE LA MOVILIZACIÓN EN PERÚ
La forma de la organización
Este
análisis de la historia y procesos democráticos de Perú sigue de cerca la
actividad de los sindicatos en el país y sus procesos de acercamiento y
distanciamiento de la toma de decisiones en el sector productivo para someter
al modelo liberal a los ajustes de una economía socialista y lograr derechos
para la vida. Estamos hablando de un momento de la historia de Perú en
concreto, conocido por la implicación ciudadana en la política durante el
gobierno militar. En este momento los peruanos contemplaban la posibilidad de
mejorar su estatus dentro de un país en vías de desarrollo que estaba obteniendo
resultados en un panorama donde los dirigentes habían secuestrado el parlamento
de gobierno, las leyes y la constitución. Ardua situación si no incluimos los
frentes de izquierdas que estaban dejándose caer por el panorama a la llamada
de la revolución de la clase obrera, la cual había muchos grupos, sobre todo
ciudadanos, que no querían contemplar. La revolución china, así como el
guevarismo se introdujeron entre los estudios de los universitarios del país y
fue la comunidad campesina la que enarboló las pancartas de la conquista y el
poder desde el campesinado bajo la premisa leninista de «la dictadura del
proletariado», es más, en la ciudad aún resoplaban ecos de la Iglesia del
pueblo y eran partidarios de someter la sociedad a la imagen de la doctrina del
reino de Cristo en la cual todos eran hermanos y colaboraban para cambiar las
cosas como Dios manda.
Ante
esta diversidad es necesario un momento que cristalice los intereses de los
distintos actores implicados, este es el del CUL (Comando Unitario de Lucha)
mensajero de la inquietud de las filas de trabajadores que estaban enfadados
por la disminución de sus sueldos y la censura política. En 1977 y 1978 el
gobierno ya no tenía aliados tras diez años de actividad y se dieron Paros
Generales que se han interpretado como resultado de la indignación; podemos
convertirnos en agentes de reproducción del autoritarismo. Pero también existen
los ideales. Reaccionar, luchar por la justicia, nadar contra corriente.
Panorama crítico en el que también diversos partidos de izquierda
revolucionaria apoyaron la movilización, como el Partido Comunista
Revolucionario (PCR), el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y
Vanguardia Revolucionaria (VR). Partidos políticos, organizaciones populares,
miembros del clero y grupos empresariales, entre otros, erigieron un discurso
en común contra el gobierno militar, entre ellos, fue el sindicalismo el que
tomó el estandarte de las reivindicaciones democráticas. Además, resultó
importante contar con una plataforma desde donde se pudieran incluir las
reivindicaciones sindicales. Para ello, fue determinante el hecho de que, fuera
del CUL, las fuerzas de izquierda, aunque no necesariamente unificadas (y,
evidentemente, no bajo un partido), habían establecido una suerte de agenda mínima
común: el retroceso del ajuste ortodoxo y el retorno a la democracia. En los
términos de Laclau (2005), se había logrado trazar una frontera interna que
aglomere fuerzas heterogéneas en oposición al régimen militar y sus recientes
medidas.
El espíritu de la organización
La
crisis nacional despertó las tormentas que el clima no podía sofocar. Los más
coherentes tuvieron la oportunidad de expresar en la década de los 70’ sus
reclamaciones y su malestar ante el gobierno y quisieron fomentar en Perú una
transición democrática y constitucional de forma que se olvidase su condición
colonial y se entrara en el mercado internacional con una dirección socialista.
Entonces se sitúa la atención de los estudios sobre la retórica del clasismo, o
identidad de clase o estatus social que
configura los valores y creencias en las que se movilizan los compañeros de
trabajo. Hay una idea general de la lucha comunista, aunque en el PCP se ven
abocados a una crisis entre maoísmo y leninismo, entre la lucha armada y el
espíritu de conquista y la lucha política en las instituciones y la victoria
democrática. En este contexto nace una facción del sector Bandera Roja, de raíz
maoísta, conocida como Sendero Luminoso, arengando a las masas y levantando un
movimiento popular enfrentando el PCP-Revolucionario al PCP-Revisionista de
Perú. Este grupo se consolida durante los años 70 pero tiene mayor impacto en
la política de Alan García durante mediados de la década de los 80’; son
recordados por organizar grupos paramilitares que atacaban a la policía y a
empresarios mediante torturas, secuestros y asesinatos. Hay factores naturales
que determinan la ideología del maoísmo, pues se entendía mejor en la selva que
el leninismo y en este caso influyen las distancias entre campo y ciudad donde
la conquista democrática se ve a través del centralismo democrático que tiene
que ver con el control de la militancia, reclutada en pueblos mientras crecen
en sus objetivos que rondan la premisa de ser su única salida de la pobreza.
Dilthey
afirmaba que para comprender la mentalidad de un sujeto, individual o
colectivo, deberíamos empezar por identificar las emociones más reiteradas,
aquéllas que a fuerza de repetidas tienden a sedimentarse formando un “temple”
frente a la vida, el “estrato inferior del desarrollo de las visiones del
mundo”. La sensibilidad es clave para entender la cultura. En nuestro campo de
visión necesitamos definiciones claras y relativas de la expresión cultural que
tuvo el sindicalismo en Perú durante sus procesos democráticos, aunando las
ideas que existen en la política latinoamericana de nación y libertad. Una de
estas retóricas de la gente es el clasismo al que puede entenderse como un
sistema de orientaciones, estable y característico, que pretende pautar las
emociones, ideas, y comportamientos de los trabajadores respecto a la
producción y las relaciones laborales. También aspira a influir sobre la
construcción del futuro personal y la acción política; en fin, sobre la vida en
general. Se trata de un conjunto coherente de creencias, valores y normas que
ha ejercido una fuerte gravitación en la mentalidad y comportamientos de las
clases populares, especialmente entre principio de los setenta y mediados de
los ochenta. Una de las emociones principales que se produjo entre los
trabajadores era la de «indignación» en el orden siguiente. La indignación es
producto de la resignación que crea conciencia de la reacción, expresada en la
esclavitud del fatalismo. Provocando la superación del racismo, la crítica de
la colonialidad, una reinterpretación y el marxismo como argumento: la realidad
como lucha para el trabajador quien es el único productor. Todo ello configura
la ideología clasista, por tanto, del sindicato de clase. En definitiva, la
fusión entre estudiantes y trabajadores da lugar a sindicatos.
En
este quehacer del pensamiento peruano que remite a José Carlos Mariátegui hay
también otro protagonismo, el de los partidos políticos de izquierdas que
juegan su papel, de hecho los sindicatos dejan de ser la prioridad y el centro
de interés de los partidos se muda a la escena política y los medios de
comunicación. El clasismo pierde importantes aliados: políticos e intelectuales
se ausentan de los sindicatos y reuniones obreras. Los trabajadores se sienten
abandonados. Más tarde con el derrumbe del socialismo “real” y la crisis
ideológica este proceso se profundiza. Sendero Luminoso representa por supuesto
otro curso: radicalizar la ortodoxia, optar por el violentismo. No obstante su
influencia se da sobre todo entre jóvenes estudiantes y campesinos. No ha
llegado a consolidar una presencia importante en el mundo obrero. La
perspectiva clasista tiende al pesimismo y al desánimo. Salvo que se adopte el
violentismo en cuyo caso la perspectiva es la de Sendero. Esta dificultad para
reformular el clasismo tiene que ver con su carácter cuasi-religioso, con su
rigidez e inflexibilidad. Abandonarlo o ratificarse en él, es difícil una
tercera posición.
LAS
PRUEBAS DEL PCP – SENDERO LUMINOSO
Breve introducción al Pensamiento
Gonzalo
C.R.
Balbi ha desarrollado la hipótesis de que en el ámbito fabril Sendero ejecuta
sus crímenes siguiendo orientaciones bien definidas. Se trata de identificar
empresas donde exista una situación de frustración de los trabajadores y de
abuso de los propietarios. Es decir una tensión permanente, una furia
acumulada. Sendero pretende presentarse como fuerza justiciera, brazo armado
del pueblo. Señala un camino:: la violencia como justicia rápida y eficaz. Se
trataría de lograr un prestigio que acaso más tarde pueda ser capitalizado en
términos de militantes y bases de apoyo. Situación permanente de exclusión que
sufren los cholos: “¿usted sabe lo que está diciendo esa palabra cholo? A mí me
habían enseñado mi profesor cholos somos todos, todos los peruanos somos
cholos…” Para Javier ser cholo significa ser esforzado y trabajador pero
también estar amenazado, poder ser objeto de una burla, de un desprecio, en
cualquier momento.
Durante
la década que siguió a la dictadura militar los peruanos tuvieron un presidente
elegido, primero fue Fernando Balaúnde Terry, quien gobernaba antes del golpe
de estado de Velasco y se vio obligado al exilio en Argentina y, a
continuación, Alan García, presidente Constitucional de la República del Perú.
Durante esos años el PCP buscaba más capitalizar radicalismo sindical que
unificar sindicatos por reivindicaciones concretas y "ser obrero era algo
relativo”, puesto que el mayor anhelo era escapar de la vida obrera. El
presidente llevó a cabo políticas económicas heterodoxas, aun así, el gobierno
empezó a intervenir cada vez más en la negociación colectiva, pero sin interés
de concertar con los sindicatos, ya que el gobierno los veía como actores
privilegiados por su mayor estabilidad, salario fijo y remuneración más alta.
Se abocaron al pragmatismo y los canales sectoriales de negociación y por todo
ello el ocaso del sindicalismo no tiene su partida de nacimiento con el
fujimorismo. La situación dejada por Alan García era calamitosa. Este es otro
ejemplo más de la capacidad de adaptación del sindicalismo en Perú. En la
ladera opuesta se encontraban los ideólogos de Sendero Luminoso, habitantes
jóvenes de Huamanga que asistían a las clases del profesor Abimael Guzman en la
Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga quien atesoraba una formación
con en el partido comunista de Mao Zedong. En este periodo de formación las
ideas maoístas eran asumidas como otro marco dentro del guevarismo y el
castrismo que habían tenido éxito en el continente. Ideológicamente los aportes
teóricos con los que construyeron su marco interpretativo fueron diversos.
Desde una actitud ecléctica procedieron a amalgamar elementos de procedencia
tan diversa como el nacionalismo (Bolívar, Artigas, Martí), el guevarismo y el
castrismo, autores premarxistas (Bakunin, Babeuf, Blanqui), intelectuales
radicales (Wright Mills, Marcuse) y autores marxistas (Stalin, Trotski, Lenin,
Mao).
En
Europa, el triunfo de la Revolución de Octubre provocó que los partidos de la
Segunda Internacional debatieran si la estrategia bolchevique era adecuada para
la toma del poder en las formaciones sociales del capitalismo avanzado. Como es
bien sabido, el resultado del debate fue la ruptura: en la Segunda
Internacional se quedaron los partidos socialdemócratas defensores del
parlamentarismo y de la excepcionalidad del caso ruso, mientras que los
partidarios de adoptar el leninismo formaron la Tercera Internacional, en donde
se agruparon los entonces nacientes partidos comunistas. Los argumentos que
esgrimieron socialdemócratas y comunistas en apoyo de sus respectivas
posiciones fueron muy semejantes a los que varias décadas después, y en otro
continente, se emplearían por parte de los partidos comunistas latinoamericanos
tradicionales y la Nueva Izquierda (NI).
Caracterizar
la sociedad peruana fue primordial para las organizaciones políticas de la
izquierda peruana, en especial para el PCP-SL que se adjudicó exclusivamente el
derecho de dirigir el proceso de transformación revolucionaria desde la
perspectiva ideológica maoísta. Granados (1981) resume bastante bien el esquema
senderista de interpretación de la realidad peruana: predominancia del sector
agrario en la economía peruana, mantenimiento de la servidumbre indígena,
existencia de un incipiente desarrollo capitalista dependiente y deforme, pero
subordinado a la primacía del sector agrario para su desarrollo, y la vida
económica “moderna” (industria, comercio) tiene un peso menor que la economía
rural basada en las formas “tradicionales” de explotación y producción. Razones
que se convirtieron en sus justificantes para definir que el proceso
revolucionario como un movimiento social del campo a la ciudad. Respaldado a
base de esfuerzos colectivos de los estudiantes, como en otro momento, en 1978,
realizaron una manifestación de protesta en la plaza pública del lugar como
muestra de apoyo a las huelgas generales que se venían produciendo en todo el
país. El mismo año, en Chuschi, se creó el Frente Mariátegui, que fue
organizando con la población local un conjunto de eventos político-culturales
denominados “viernes culturales”. Este fue uno de los primeros mecanismos
empleados por Sendero Luminoso para lograr apoyo dentro de la población. Como
señala Ernesto: “En 1978, se formaban grupos de jóvenes músicos con el
pensamiento Mariátegui, en el arte popular todo estaba ligado a la política,
siempre se decía ‘los pobres tenemos que rebelarnos, el camino es la lucha
armada’. Las representaciones teatrales se hacían entre el concejo distrital y
la iglesia de Chuschi”.
EXPECTATIVAS
DEL PRESENTE
Conclusión
Como
señalan Rueschmeyer et. Al. (1992), los movimientos obreros de los países
latinoamericanos tienen poco éxito para impulsar regímenes democráticos si
actúan de manera aislada (a diferencia de las socialdemocracias europeas),
debido a las exiguas dimensiones de su masa laboral. Sin embargo, son estos los
que otorgan a los partidos políticos la oportunidad de ocupar puestos de
gobierno desde los cuales es factible adoptar instituciones democráticas. Con
ello, la suerte de coalición entre sindicatos y partidos se debió a una
comunión de intereses y mutua conveniencia, en tanto que difícilmente podían
lograr resultados efectivos de manera separada.
El SUTEP
Este
sindicato se declara clasista, es decir, de clase. Sus programas actuales
atañen a la salud educativa de profesores y alumnos, así como de las
infraestructuras y es relativo su interés hacia la gestión actual de un
sindicato ya que se expresa, de forma pacífica y colectiva a través de las red
social Twitter mostrando unos valores como la igualdad de género, la
escolarización pública, la educación laica y los pormenores de la negociación
colectiva, por todo esto me resulta interesante mostrar sus principales actividades
y así demandar que existen y siguen apareciendo procesos de adaptación y que
revelan la capacidad de adaptación del sindicalismo en América Latina, a
continuación están las pruebas:
·
¡Todos unidos por un mejor país! Desde #Rusia2018
la tienen clara #peruvsdinamarca
#Educación
// 16 de junio de 2018.

·
Congresista @CostaGino
para no perjudicar el año escolar decidimos optar por la negociación colectiva,
porque es importante el dialogo constante. Está en manos del @MineduPeru
solucionar las demandas por esa vía. @MartinVizcarraC
#SutepRespetaElDebidoProceso
// 4 de junio de 2018.
·
El Sutep está conformado por profesores
que queremos cambiar el Perú desde las aulas. Por eso exigimos una adecuada
implementación de enfoque de género en el plan curricular para que así no
tengamos que lamentar más muertes como la de #EyviÁgreda
#NoEstanSolas
// 4 de junio de 2018.
·
Ese punto importante está incluido en
nuestro pliego de reclamos. Una educación con enfoque de igualdad y respeto.
Incluso el acompañamiento psicológico desde la niñez. Tenemos una gran
responsabilidad, ministro. ¡Construyamos mejores ciudadano! // 1 de junio de
2018.
·
Ni fanáticos religiosos ni
fundamentalistas senderistas. Para proteger a los estudiantes hay que formarlos
con valores humanistas y democráticos, de igualdad y respeto. // 5 de mayo de
2018.
·
La lucha por la gratuidad de la
enseñanza pública y universal y los derechos del magisterio son solo una parte
del camino para alcanzar la justicia social. #SutepConLosMaestros
#SutepUnidad
#Pliego2018
// 24 de abril de 2018.
·
No pueden negociar con un grupo ilegal
donde existe claros vínculos con Sendero Luminoso. La facción del Conare busca
infiltración en el magisterio para participar en política. // 18 de abril de
2018.
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