Sindicatos y liberalismo


Trabajo de investigación
EL SINDICALISMO DE PERÚ DURANTE EL SIGLO XX
Los procesos de asentamiento y revolución de la clase trabajadora en un país de América Latina.
INTRODUCCIÓN
En la historia del sindicalismo han tenido una importancia relativa los procesos políticos que se suceden fuera del eje noroccidental del planeta, repercutiendo sobre la idea que los habitantes de estos países tienen de sus implicaciones políticas en la toma de decisiones global. Aunque el sindicalismo parece un proceso de fundación histórica basado en la categoría que se otorga a los movimientos sociales fuera de los países capitalistas y las potencias más fervientes, el establecimiento de formas y pautas de negociación colectiva es un suceso internacional, que por su propia naturaleza es variable y controvertido con respecto a la ideología conservadora de los países más industrializados. Son estos países de raíz nativa, cuya población está entre dos épocas y cuya historia se somete a los procesos de la adaptación donde a veces vemos la genética del sindicalismo. Aun así los sindicatos tienen un recorrido que se sitúa en el fondo de las políticas sociales de cara a gestionar un mayor entendimiento entre los sectores productivos y las clases medias trabajadoras para evitar abusos por parte del empresario o promotor.
En este caso nos enfrenta la distancia que separa nuestro continente de la gran América del Sur, pero nos encara y conecta la identidad cultural de un territorio de habla hispana, el Perú de los grandes imperios precolombinos, el Perú de la resistencia marxista-leninista-maoísta, el Perú de la selva, el Perú inédito. Estamos hablando de un país con una afluencia de ideas políticas que provienen de tres polos, el americanista, el latinista y el indigenista, de forma que su situación se complejiza a la hora de definir la identidad de clase que soportan los ciudadanos de Perú, en una perspectiva de conflicto en el cual los trabajadores nos recuerdan a los conformistas estadounidenses por momentos, como durante el periodo de gobierno de Alberto Fujimori, a los reformistas franceses durante el panorama democrático de Alan García o a los bolcheviques rusos durante el gobierno militar de Juan Velasco Alvarado.
De este modo sobrevolamos la chacra en la cual se movilizan los trabajadores peruanos transformando la visión unitaria del desarrollo lineal, acudimos a los parlamentos de estudiantes de Huamanga para describir los inicios del movimiento Sendero Luminoso, también cuidaremos de observar la relación de los primeros partidos políticos de Perú con las condiciones para favorecer unos sindicatos organizados por la sociedad. La trascendencia de los ideólogos como Mao Zedong, Abimael Guzmán y José Carlos Mariátegui nos sirve de principio de conducta en este trance, donde con más de una dificultad se visibiliza el proceso histórico de formación de sindicatos en un país que hasta mediados del siglo XX se valoraba como semifeudal y semicolonial. Hasta nuestros días donde a través de una red social se pueden observar unos repertorios públicos de resistencia cosmopolita, es decir, que ha habido en todos estos fenómenos una implícita forma de adaptación evolutiva de los procesos violentos, rígidos y directos hacia formas de negociación sutil, indirecta y pacífica en este caso promovidas por el SUTEP: Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú.
LA CULTURA DE LA MOVILIZACIÓN EN PERÚ
Períodos de mayor movilización
La historia del sindicalismo peruano nos permite explorar su capacidad de respuesta ante profundas reformas estatales que pusieron en riesgo los derechos básicos de los trabajadores. En ocasiones se aliaban los partidos políticos con los sindicatos para apoyarse. Los partidos políticos, las organizaciones barriales y las organizaciones rurales fueron todos actores importantes en el proceso de movilización popular. Los periodos de 1977-78 y 1990-92 fueron “coyunturas críticas” y es llamativo que la reacción sindical y su capacidad de movilización fueran claramente superiores en el periodo 1977-78 que en 1990-92. Constancia de la respuesta exitosa del sindicalismo durante el quinquenio de Morales Bermúdez (sucesor de Velasco Alvarado), y débil en los inicios del fujimorato. En este análisis está presente el concepto de capacidad de adaptación que describe el marco analítico de Rueschemeyer, Huber Stephens y Stephens (1992), que tiene en cuenta el poder de clase, el poder estatal y el poder de las estructuras transnacionales.
Partimos de la desmitificación de una premisa: si el “liderazgo” de la burguesía y las clases medias explica el advenimiento de las democracias en diversos países es ahora, en el caso de América Latina, la “clase obrera” la que tradicionalmente impulsó las oleadas democráticas en la región. Además de un fenómeno de alianza de clases que provocaría en 1978 la Asamblea Constituyente mediante el Paro Nacional.
Entrada la década de 1930, la disputa entre el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) y el PCP (Partido Comunista Peruano) por el control de la central sindical más importante, la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), dejó huellas en el desarrollo ulterior de la clase obrera del país. El APRA se apropió y movilizó estratégicamente un discurso “anticomunista obrero”, esto es, rechazo sobre la ideología y prácticas del PCP, el cual no había podido resolver las objeciones pragmáticas de los trabajadores. La CTP (Confederación de Trabajadores del Perú) aprista fue la cabeza del movimiento sindical desde 1940 hasta mediados de la década de 1960. Sus movimientos se contrajeron y el APRA no pudo hacerle frente a las huelgas de los trabajadores ante varias de las políticas económicas estatales que afectaron a los sectores sindicalizados. Por estas circunstancias un importante sector del movimiento obrero, en vista de la actitud de la dirigencia aprista, optó por independizarse y reforzar, años después, a la CGTP. En definitiva se considera a 1968 como un año crítico para el sindicalismo en el país. El movimiento sindical peruano no tuvo un crecimiento vertiginoso como sí sucedió en otros países de América Latina. La tasa de sindicalización a finales de la década de 1960 alcanzaba apenas un 19%.
El Perú vivió un acelerado proceso de industrialización que dinamizó el espacio sindical; así, entre los años 1961 y 1971, la fuerza laboral experimentó un rápido crecimiento, aumentando de 428.700 a 643.900 trabajadores. Ya eran por ese entonces propensos a las huelgas y a las manifestaciones cuando en 1968 el país instaura una dictadura militar (1968-1975), es decir, el período del “corporativismo inclusivo” de Velasco Alvarado. Durante este tiempo el número de sindicatos aumento un 120%, el régimen reconoció la CGTP, asumió la creación de la Central de Trabajadores de la Revolución Peruana (CTRP) que fracasó y lidió con las contradicciones internas del régimen como la política de Comunidad Industrial y la Ley de Seguridad del Empleo: la Comunidad Industrial permitía que los trabajadores participaran en las ganancias de las empresas donde laboraban, otorgándoles, además, la posibilidad de adquirir y manejar un porcentaje de acciones. Ambas iniciativas provocaron una mayor actividad sindical al darle mayor visibilidad a los conflictos entre empleadores y empleados: no solo permitieron la formación de nuevos sindicatos, sino que también, a la par, coadyuvaron al fortalecimiento de los ya existentes.
La segunda fase del gobierno militar, la de Morales Bermúdez (1975-1980) cargó con los legados de la crisis económica iniciada durante el velascato. El Comando Unitario de Lucha (CUL) ofreció respuesta y convocó al primer Paro Nacional de la historia del país. El Paro Nacional del 19 de julio de 1977 fue, según Zapata (2014), crucial para el país y los sindicatos. Pero la situación no se decantó felizmente para los intereses sociales al producirse un efecto contrario y adverso a la teoría de que la crisis cohesiona obreros en la radicalización de sus luchas, esta crisis desmoralizó trabajadores, diluyó la identificación de clase, propició la búsqueda de salidas individuales y debilitó mecanismos de integración. La heterogeneidad productiva fragmentaba la cohesión sindical, ya que aquellos de las ramas más productivas tenían mayor capacidad de apalancamiento. Algunas salidas individuales están basadas en que la condición obrera ya no fundamenta la esperanza de progreso. El camino ahora es el trabajo independiente, al menos eso creen los dirigentes del sindicato Intasa. Por ejemplo, Raúl, ante la caída del salario decidió estudiar refrigeración. En la actualidad duplica sus ingresos gracias a reparaciones que hace los fines de semana. Asociándose con un cuñado piensa montar un taller.
Un cambio radical de escenario. La crisis económica, la refundación de la democracia liberal, el colapso de la ideología marxista-leninista. Los salarios caen, el empleo se reduce, los derechos laborales son recortados. El clasismo y la CGTP no pueden revertir la situación. Los paros nacionales tienen poco o ningún efecto. El sindicalismo entra en un periodo de crisis y reflujo. Las huelgas pierden efectividad, el número de afiliados disminuye y también lo hace la expectativa de los trabajadores. Además hay un incipiente aunque no desarrollado cuestionamiento del clasismo. Ello se manifiesta en la autocrítica de la intransigencia frente a la empresa y frente al gobierno de Velasco. Es como si admitieran que les faltó flexibilidad, que mejor hubiera sido entenderse con Velasco y no hacer una oposición a ultranza a la empresa.
Junto a ello, el avance del terrorismo de Sendero Luminoso desmovilizó al movimiento social reivindicativo y autónomo de la década precedente, debido a que cualquier movimiento de protesta era automáticamente acusado de “terrorista”.
Períodos de menor movilización
El gobierno de Fujimori emprendió un paquete de políticas de estabilización y reformas estructurales que consistió en la privatización de empresas estatales, la liberalización y desregulación de mercados, las reformas y simplificación tributaria y la apertura comercial, etc. (Abusada et al. 2000; Pasco-Fonto y Saavedra 2001). Sin embargo, lo que más nos interesa es la reforma laboral del periodo. Ésta tuvo como objetivo reducir los costos de contratación y despido, además de flexibilizar los términos de contrato: se introdujo una amplia gama de modalidades contractuales, la estabilidad laboral como derecho se suprimió en la Constitución de 1993. Al mismo tiempo, se facilitó la creación de sindicatos para erosionar el poder de los sindicatos principales y llevar a negociaciones por firmas en lugar de aquellas por sectores; adicionalmente, se estableció que los trabajadores en huelga dejarían de recibir salario hasta que retomasen sus labores.
Se trataba de una situación de precariedad laboral, acompañada por la incapacidad de respuesta sindical. Ello se debió, fuera de los factores estructurales, a la pérdida de mandos medios de la CGTP y el distanciamiento entre el trabajador sindicalizado y el trabajador promedio, a lo que debe agregarse la política fujimorista de intimidación y desaparición de líderes sindicales y la tan intencionada descomposición del sistema de partidos. La precariedad laboral que provoca la disminución de los afiliados así como la actitud fatalista de los trabajadores viejos y la resignación de los contratados jóvenes. Ello se vio acompañado por cambios institucionales fundamentales como la creación de la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria (SUNAT) para los aspectos fiscales, y una mayor autonomía de BCRP (Banco Central) para los asuntos monetarios. De esta manera se pretendía reducir los déficits sostenidos por el gobierno ya que la inflación había llegado al nivel de 7500% en 1990, habiendo sido casi 3400% el año anterior, siendo esta la fuente de desequilibrio más urgente del momento.
En este periodo la situación para los intereses clasistas era perversa porque el sindicalismo de los noventa luchaba en una situación complicada, al tener todo un aparato de políticas en torno a un modelo que se presentaba como the only game in town y con una herencia económica desastrosa. Ello hacía más fuerte y coherente el centro desde donde emanaban estas políticas, a la vez que erosionaban las bases mismas de la movilización. Si se suma con los problemas organizacionales, la crisis de los partidos y los factores estructurales que se han venido señalando, es claro que se trataba de una fórmula para el caos.
LA RETÓRICA DE LA MOVILIZACIÓN EN PERÚ
La forma de la organización
Este análisis de la historia y procesos democráticos de Perú sigue de cerca la actividad de los sindicatos en el país y sus procesos de acercamiento y distanciamiento de la toma de decisiones en el sector productivo para someter al modelo liberal a los ajustes de una economía socialista y lograr derechos para la vida. Estamos hablando de un momento de la historia de Perú en concreto, conocido por la implicación ciudadana en la política durante el gobierno militar. En este momento los peruanos contemplaban la posibilidad de mejorar su estatus dentro de un país en vías de desarrollo que estaba obteniendo resultados en un panorama donde los dirigentes habían secuestrado el parlamento de gobierno, las leyes y la constitución. Ardua situación si no incluimos los frentes de izquierdas que estaban dejándose caer por el panorama a la llamada de la revolución de la clase obrera, la cual había muchos grupos, sobre todo ciudadanos, que no querían contemplar. La revolución china, así como el guevarismo se introdujeron entre los estudios de los universitarios del país y fue la comunidad campesina la que enarboló las pancartas de la conquista y el poder desde el campesinado bajo la premisa leninista de «la dictadura del proletariado», es más, en la ciudad aún resoplaban ecos de la Iglesia del pueblo y eran partidarios de someter la sociedad a la imagen de la doctrina del reino de Cristo en la cual todos eran hermanos y colaboraban para cambiar las cosas como Dios manda.
Ante esta diversidad es necesario un momento que cristalice los intereses de los distintos actores implicados, este es el del CUL (Comando Unitario de Lucha) mensajero de la inquietud de las filas de trabajadores que estaban enfadados por la disminución de sus sueldos y la censura política. En 1977 y 1978 el gobierno ya no tenía aliados tras diez años de actividad y se dieron Paros Generales que se han interpretado como resultado de la indignación; podemos convertirnos en agentes de reproducción del autoritarismo. Pero también existen los ideales. Reaccionar, luchar por la justicia, nadar contra corriente. Panorama crítico en el que también diversos partidos de izquierda revolucionaria apoyaron la movilización, como el Partido Comunista Revolucionario (PCR), el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y Vanguardia Revolucionaria (VR). Partidos políticos, organizaciones populares, miembros del clero y grupos empresariales, entre otros, erigieron un discurso en común contra el gobierno militar, entre ellos, fue el sindicalismo el que tomó el estandarte de las reivindicaciones democráticas. Además, resultó importante contar con una plataforma desde donde se pudieran incluir las reivindicaciones sindicales. Para ello, fue determinante el hecho de que, fuera del CUL, las fuerzas de izquierda, aunque no necesariamente unificadas (y, evidentemente, no bajo un partido), habían establecido una suerte de agenda mínima común: el retroceso del ajuste ortodoxo y el retorno a la democracia. En los términos de Laclau (2005), se había logrado trazar una frontera interna que aglomere fuerzas heterogéneas en oposición al régimen militar y sus recientes medidas.
El espíritu de la organización
La crisis nacional despertó las tormentas que el clima no podía sofocar. Los más coherentes tuvieron la oportunidad de expresar en la década de los 70’ sus reclamaciones y su malestar ante el gobierno y quisieron fomentar en Perú una transición democrática y constitucional de forma que se olvidase su condición colonial y se entrara en el mercado internacional con una dirección socialista. Entonces se sitúa la atención de los estudios sobre la retórica del clasismo, o identidad de clase o estatus social  que configura los valores y creencias en las que se movilizan los compañeros de trabajo. Hay una idea general de la lucha comunista, aunque en el PCP se ven abocados a una crisis entre maoísmo y leninismo, entre la lucha armada y el espíritu de conquista y la lucha política en las instituciones y la victoria democrática. En este contexto nace una facción del sector Bandera Roja, de raíz maoísta, conocida como Sendero Luminoso, arengando a las masas y levantando un movimiento popular enfrentando el PCP-Revolucionario al PCP-Revisionista de Perú. Este grupo se consolida durante los años 70 pero tiene mayor impacto en la política de Alan García durante mediados de la década de los 80’; son recordados por organizar grupos paramilitares que atacaban a la policía y a empresarios mediante torturas, secuestros y asesinatos. Hay factores naturales que determinan la ideología del maoísmo, pues se entendía mejor en la selva que el leninismo y en este caso influyen las distancias entre campo y ciudad donde la conquista democrática se ve a través del centralismo democrático que tiene que ver con el control de la militancia, reclutada en pueblos mientras crecen en sus objetivos que rondan la premisa de ser su única salida de la pobreza.
Dilthey afirmaba que para comprender la mentalidad de un sujeto, individual o colectivo, deberíamos empezar por identificar las emociones más reiteradas, aquéllas que a fuerza de repetidas tienden a sedimentarse formando un “temple” frente a la vida, el “estrato inferior del desarrollo de las visiones del mundo”. La sensibilidad es clave para entender la cultura. En nuestro campo de visión necesitamos definiciones claras y relativas de la expresión cultural que tuvo el sindicalismo en Perú durante sus procesos democráticos, aunando las ideas que existen en la política latinoamericana de nación y libertad. Una de estas retóricas de la gente es el clasismo al que puede entenderse como un sistema de orientaciones, estable y característico, que pretende pautar las emociones, ideas, y comportamientos de los trabajadores respecto a la producción y las relaciones laborales. También aspira a influir sobre la construcción del futuro personal y la acción política; en fin, sobre la vida en general. Se trata de un conjunto coherente de creencias, valores y normas que ha ejercido una fuerte gravitación en la mentalidad y comportamientos de las clases populares, especialmente entre principio de los setenta y mediados de los ochenta. Una de las emociones principales que se produjo entre los trabajadores era la de «indignación» en el orden siguiente. La indignación es producto de la resignación que crea conciencia de la reacción, expresada en la esclavitud del fatalismo. Provocando la superación del racismo, la crítica de la colonialidad, una reinterpretación y el marxismo como argumento: la realidad como lucha para el trabajador quien es el único productor. Todo ello configura la ideología clasista, por tanto, del sindicato de clase. En definitiva, la fusión entre estudiantes y trabajadores da lugar a sindicatos.
En este quehacer del pensamiento peruano que remite a José Carlos Mariátegui hay también otro protagonismo, el de los partidos políticos de izquierdas que juegan su papel, de hecho los sindicatos dejan de ser la prioridad y el centro de interés de los partidos se muda a la escena política y los medios de comunicación. El clasismo pierde importantes aliados: políticos e intelectuales se ausentan de los sindicatos y reuniones obreras. Los trabajadores se sienten abandonados. Más tarde con el derrumbe del socialismo “real” y la crisis ideológica este proceso se profundiza. Sendero Luminoso representa por supuesto otro curso: radicalizar la ortodoxia, optar por el violentismo. No obstante su influencia se da sobre todo entre jóvenes estudiantes y campesinos. No ha llegado a consolidar una presencia importante en el mundo obrero. La perspectiva clasista tiende al pesimismo y al desánimo. Salvo que se adopte el violentismo en cuyo caso la perspectiva es la de Sendero. Esta dificultad para reformular el clasismo tiene que ver con su carácter cuasi-religioso, con su rigidez e inflexibilidad. Abandonarlo o ratificarse en él, es difícil una tercera posición.
LAS PRUEBAS DEL PCP  – SENDERO LUMINOSO
Breve introducción al Pensamiento Gonzalo
C.R. Balbi ha desarrollado la hipótesis de que en el ámbito fabril Sendero ejecuta sus crímenes siguiendo orientaciones bien definidas. Se trata de identificar empresas donde exista una situación de frustración de los trabajadores y de abuso de los propietarios. Es decir una tensión permanente, una furia acumulada. Sendero pretende presentarse como fuerza justiciera, brazo armado del pueblo. Señala un camino:: la violencia como justicia rápida y eficaz. Se trataría de lograr un prestigio que acaso más tarde pueda ser capitalizado en términos de militantes y bases de apoyo. Situación permanente de exclusión que sufren los cholos: “¿usted sabe lo que está diciendo esa palabra cholo? A mí me habían enseñado mi profesor cholos somos todos, todos los peruanos somos cholos…” Para Javier ser cholo significa ser esforzado y trabajador pero también estar amenazado, poder ser objeto de una burla, de un desprecio, en cualquier momento.
Durante la década que siguió a la dictadura militar los peruanos tuvieron un presidente elegido, primero fue Fernando Balaúnde Terry, quien gobernaba antes del golpe de estado de Velasco y se vio obligado al exilio en Argentina y, a continuación, Alan García, presidente Constitucional de la República del Perú. Durante esos años el PCP buscaba más capitalizar radicalismo sindical que unificar sindicatos por reivindicaciones concretas y "ser obrero era algo relativo”, puesto que el mayor anhelo era escapar de la vida obrera. El presidente llevó a cabo políticas económicas heterodoxas, aun así, el gobierno empezó a intervenir cada vez más en la negociación colectiva, pero sin interés de concertar con los sindicatos, ya que el gobierno los veía como actores privilegiados por su mayor estabilidad, salario fijo y remuneración más alta. Se abocaron al pragmatismo y los canales sectoriales de negociación y por todo ello el ocaso del sindicalismo no tiene su partida de nacimiento con el fujimorismo. La situación dejada por Alan García era calamitosa. Este es otro ejemplo más de la capacidad de adaptación del sindicalismo en Perú. En la ladera opuesta se encontraban los ideólogos de Sendero Luminoso, habitantes jóvenes de Huamanga que asistían a las clases del profesor Abimael Guzman en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga quien atesoraba una formación con en el partido comunista de Mao Zedong. En este periodo de formación las ideas maoístas eran asumidas como otro marco dentro del guevarismo y el castrismo que habían tenido éxito en el continente. Ideológicamente los aportes teóricos con los que construyeron su marco interpretativo fueron diversos. Desde una actitud ecléctica procedieron a amalgamar elementos de procedencia tan diversa como el nacionalismo (Bolívar, Artigas, Martí), el guevarismo y el castrismo, autores premarxistas (Bakunin, Babeuf, Blanqui), intelectuales radicales (Wright Mills, Marcuse) y autores marxistas (Stalin, Trotski, Lenin, Mao).
En Europa, el triunfo de la Revolución de Octubre provocó que los partidos de la Segunda Internacional debatieran si la estrategia bolchevique era adecuada para la toma del poder en las formaciones sociales del capitalismo avanzado. Como es bien sabido, el resultado del debate fue la ruptura: en la Segunda Internacional se quedaron los partidos socialdemócratas defensores del parlamentarismo y de la excepcionalidad del caso ruso, mientras que los partidarios de adoptar el leninismo formaron la Tercera Internacional, en donde se agruparon los entonces nacientes partidos comunistas. Los argumentos que esgrimieron socialdemócratas y comunistas en apoyo de sus respectivas posiciones fueron muy semejantes a los que varias décadas después, y en otro continente, se emplearían por parte de los partidos comunistas latinoamericanos tradicionales y la Nueva Izquierda (NI).
Caracterizar la sociedad peruana fue primordial para las organizaciones políticas de la izquierda peruana, en especial para el PCP-SL que se adjudicó exclusivamente el derecho de dirigir el proceso de transformación revolucionaria desde la perspectiva ideológica maoísta. Granados (1981) resume bastante bien el esquema senderista de interpretación de la realidad peruana: predominancia del sector agrario en la economía peruana, mantenimiento de la servidumbre indígena, existencia de un incipiente desarrollo capitalista dependiente y deforme, pero subordinado a la primacía del sector agrario para su desarrollo, y la vida económica “moderna” (industria, comercio) tiene un peso menor que la economía rural basada en las formas “tradicionales” de explotación y producción. Razones que se convirtieron en sus justificantes para definir que el proceso revolucionario como un movimiento social del campo a la ciudad. Respaldado a base de esfuerzos colectivos de los estudiantes, como en otro momento, en 1978, realizaron una manifestación de protesta en la plaza pública del lugar como muestra de apoyo a las huelgas generales que se venían produciendo en todo el país. El mismo año, en Chuschi, se creó el Frente Mariátegui, que fue organizando con la población local un conjunto de eventos político-culturales denominados “viernes culturales”. Este fue uno de los primeros mecanismos empleados por Sendero Luminoso para lograr apoyo dentro de la población. Como señala Ernesto: “En 1978, se formaban grupos de jóvenes músicos con el pensamiento Mariátegui, en el arte popular todo estaba ligado a la política, siempre se decía ‘los pobres tenemos que rebelarnos, el camino es la lucha armada’. Las representaciones teatrales se hacían entre el concejo distrital y la iglesia de Chuschi”.
EXPECTATIVAS DEL PRESENTE
Conclusión
Como señalan Rueschmeyer et. Al. (1992), los movimientos obreros de los países latinoamericanos tienen poco éxito para impulsar regímenes democráticos si actúan de manera aislada (a diferencia de las socialdemocracias europeas), debido a las exiguas dimensiones de su masa laboral. Sin embargo, son estos los que otorgan a los partidos políticos la oportunidad de ocupar puestos de gobierno desde los cuales es factible adoptar instituciones democráticas. Con ello, la suerte de coalición entre sindicatos y partidos se debió a una comunión de intereses y mutua conveniencia, en tanto que difícilmente podían lograr resultados efectivos de manera separada.
El SUTEP
Este sindicato se declara clasista, es decir, de clase. Sus programas actuales atañen a la salud educativa de profesores y alumnos, así como de las infraestructuras y es relativo su interés hacia la gestión actual de un sindicato ya que se expresa, de forma pacífica y colectiva a través de las red social Twitter mostrando unos valores como la igualdad de género, la escolarización pública, la educación laica y los pormenores de la negociación colectiva, por todo esto me resulta interesante mostrar sus principales actividades y así demandar que existen y siguen apareciendo procesos de adaptación y que revelan la capacidad de adaptación del sindicalismo en América Latina, a continuación están las pruebas:
·         ¡Todos unidos por un mejor país! Desde #Rusia2018https://abs.twimg.com/hashflags/WorldCup_2018/WorldCup_2018.png la tienen clara #peruvsdinamarca #Educación // 16 de junio de 2018.
·         Congresista @CostaGino para no perjudicar el año escolar decidimos optar por la negociación colectiva, porque es importante el dialogo constante. Está en manos del @MineduPeru solucionar las demandas por esa vía. @MartinVizcarraC #SutepRespetaElDebidoProceso // 4 de junio de 2018.
·         El Sutep está conformado por profesores que queremos cambiar el Perú desde las aulas. Por eso exigimos una adecuada implementación de enfoque de género en el plan curricular para que así no tengamos que lamentar más muertes como la de #EyviÁgreda #NoEstanSolas // 4 de junio de 2018.
·         Ese punto importante está incluido en nuestro pliego de reclamos. Una educación con enfoque de igualdad y respeto. Incluso el acompañamiento psicológico desde la niñez. Tenemos una gran responsabilidad, ministro. ¡Construyamos mejores ciudadano! // 1 de junio de 2018.
·         Ni fanáticos religiosos ni fundamentalistas senderistas. Para proteger a los estudiantes hay que formarlos con valores humanistas y democráticos, de igualdad y respeto. // 5 de mayo de 2018.
·         La lucha por la gratuidad de la enseñanza pública y universal y los derechos del magisterio son solo una parte del camino para alcanzar la justicia social. #SutepConLosMaestros #SutepUnidad #Pliego2018 // 24 de abril de 2018.
·         No pueden negociar con un grupo ilegal donde existe claros vínculos con Sendero Luminoso. La facción del Conare busca infiltración en el magisterio para participar en política. // 18 de abril de 2018.

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