Impresiones


Desde hace 10 días no he parado de recorrer la sierra de Guadarrama, siempre tan cambiante y dura, llena de palacios de roca y hoja, refugio de los gnomos de la tierra, solitaria en apariencia y también estruendosa. Los confines de la montaña he pisado con ayuda y con el compás de la solapa del viento y su lucha diaria en estas tierras a través de las montañas, viento viciado que escurre los pensamientos como si de una bayeta se tratase. Y no habiendo espacio para la lluvia, dura, tanto y más como la roca, hemos comenzado a jugar con estas condiciones.
A pasado. Ha pasado una semana. A presente. Han sucedido demasiadas fulerias entre que pensábamos si la camisa conjuntaba con los zapatos, y no. La verdadera historia la hacen las manos, nos hemos  topado con cientos de episodios, los primeros días estuve a punto de abandonar, la práctica del montañismo es una absoluta incertidumbre, eso sí, con lumbre. Las horas no suceden como en ningún otro espacio de la humanidad cabilda. No he observado, sin embargo, a través de nadie, no he leído ningún tratado, no he correspondido con nadie que no tuviera el espíritu de un absoluto kamikaze, dejémoslo ahí. Las semanas pueden durar días si te dedicas a buscar tus aventuras, sin embargo pueden parecer años si no respondes a la llamada de la naturaleza. En este momento la mezcla de pulpas es tremenda y no hay lugar para las hostilidades, el señor Pedro es el único gran Protagonista de  esta historia pasada y por tanto nostálgica, de la cual solo queda buscar sus apéndices, la ci3ncia es exacta, Pedro es carpintero, se puede decir que estuve en su casa cuando se cumplen 20(23) años del nacimiento de Cristo, en el cual ni me planteo no creer, la entidad de mis sueños de infancia pasaba por ir siempre desnudo con una toalla. Fresco aire ha traído el señor, tanto que no apoyo ninguna de sus aclamaciones, no hay justicia para los hombres ricos, los buenos se deshacen y las señoritas juegan a mirarse al espejo, espejito, espejito, ¿quién es la más venenosa del reino?
Me estanco en el presente, las reflexiones sobre el tiempo no me dejan pensar en otra cosa que no sea “aprender a tratar el bosque” y eso que no somos Alemania, donde las casas suceden al bosque, mientras que aquí lo es, en cambio, la Roca. Paraje de leyendas es la Pedriza la última que conocí es el rodaje de Django, película de Tarantino que recurre a la Muralla China de la Pradera del Yelmo para establecer el diálogo offtherecord entre Django y el alemán, tristemente caído en batalla, caído en la gloria. Entonces hubo una reunión, algo parecido a un banquete, un juernes y un encuentro libidinal en El Tranco, allí estaban Aragorn como si de un pasaje de contemplación tolkeniana se tratase, es cierto que la realidad supera a la ficción donde la imaginación alcanza sus máximos estertores, lugares y emociones nos recorren si andamos en peligro de caer en el aburrimiento o el extrañamiento absurdo, tan domesticado en la antropología moderna de romper las barreras epistemológicas mediante intercambios culturales que tienen lugar en compartimentos espaciales ausentes de toda reobservación. Me encantaría poder jugar a describir el modelo funcionalista positivista pre-lógico como un estudiante francés, más propongo un alcance menos funcional del marco, donde quepan las descripciones metafóricas más bien posmodernas que aún se establecen con cautela, sobre todo en Italia.
No siempre nos encontramos en el lugar adecuado para pensar, algunos recurren al coche, otros al autobús. En mi pensamiento siempre se encuentran las historias jamás contadas y el relato de los que día a día cumplen sus sueños a pesar del tiempo que siempre va en nuestra contra, incluidas las obligaciones, y puestos a decir, la primera es la de ganar dinero, simplemente para recorrer el mundo humildemente, trasnochados y hambrientos no suelen comportarse en la naturaleza y a lo mejor su alma es poco susceptible a la aventura, que no tiene nada que ver con moverse entre calles embriagando a todo el mundo, es conveniente para no espantar a nuestros totémicos animales permanecer en un exquisito amago de cautela ya que además vamos a luchar contra las fuerzas de la naturaleza, ¿o no amiga gravedad?
Hubo un tiempo en que las montañas eran espantosas, angostas, peligrosas y laberínticas, en mi mente siempre surge el sentimiento de conocer y subir una altura importante para dominar el paisaje, es una acción física que los seres humanos han conocido desde su noche primera. No sólo eso, siempre hemos tratado de conocer el mundo y para ello nos dotamos de una cultura de la expedición que ilumina nuestra inicial imaginación y acción hacia lo insondable. Lo interesante de la naturaleza es que parece contener un orden que la racionalidad y conceptual mente humana ha tratado de integrar en los sistemas de creencias y de ideas consensuados y aún así en constante cambio de cada región del globo. Nos seducen los toros, pero no somos capaces de soñar con tigres o monos, por mucho que se quiera antes recordamos a nuestros niños y niñas interiores.
Entonces nos solidarizamos, avanzamos, nos reagrupamos y conocimos lo que ahora llamamos realmente el mundo, y me propongo llevar a crítica mediante la experiencia el contraste de ideas que sospecho han salido de las horas que dedico a mis investigaciones. No se trata de agasajar otras teorías, solo de acentuar la idea de que cada uno describe su realidad en función de la constante manipulación de símbolos a través del lenguaje y la expresión física o intelectual mientras se reproduce como ser humano, soportando, con pesar, las condiciones de vida de cualquier periodo. Así que no es raro que ante una crisis de subsistencia como la actual en la que el trabajo, y el dinero, escasean para la mayor parte del mundo, los supervivientes de cada región establecen pautas de acción basadas en las premisas cívicas y exportadas en unos límites de ocio nada discretos que confunden la aparente comunidad de ideas y el pensamiento colectivo en el que todos nos solidarizamos por un bien mayor, la sociedad.
Ese sacrificio sobrevalorado se establece cuando entras en un bar y a través de tus propios ojos disfrutas de una novedad, conoces a unas personas interesantes siempre que no vayas con tu familia o amigos y entablas una amistad que cualquiera sabe que será fugaz, pero humana y real, habrá conversaciones, titubeos, encuestas y humor. Y si somos así de inteligentes, ¿por qué tendemos a la libertad más absoluta? En mi opinión es la novedad lo que nos atrae y, a pesar del mundo, no me refiero a estar a la última. En la escalada hay una atmósfera de lo que significa el mundo también, un mundo de desafíos, de atención y de paciencia. De hecho nadie te enseña a vivir, sino que respetas unas normas que incluso nuestros mentores han heredado, es evidente que somos lo que otros fueron, queremos lo que otros quisieron, nos seduce lo que a otros les sedujo y es importante saber cuándo cabrearse. Nos hace falta más garra.
Por eso animo a cualquier persona a conocer su entorno, hacer viajes, abrir puertas y apagar el sentimiento de soledad, porque también podemos disfrutar de nosotros mismos, de las sorpresas que podemos darnos, de cantar sin molestar en mitad de una pared de piedra que podemos hacer nuestra una vez finalizada con éxito la cordada… Así nos sumergimos en el Laberinto de la Pedriza, con cautela, con alguna cháchara discreta, con unos compañeros fuertes y decididos, hablándole al viento, sumergiendo los ojos en los Confines de la Humanidad. Acechando la nueva meta surgen pasiones que se pueden tocar, no solamente pensarás en tu fuerza si te encuentras con el amigo de los montañeros, un árbol de ramas cantoras, un heredero más de la nada. Sin embargo las montañas tienen algo especial, muchos han dicho que es una forma de fundirse con el paisaje, otros que son retos para la imaginación, otros hacían campaña para repartirse los confines de la tierra y estudiar sus procesos de formación, la creencia geológica de que hay lugares míticos es una elocuencia del totemismo subalterno que a veces confunde a los historiadores, sin embargo nunca hubo un Zaratrusta, nunca existió el ser más puro. La única conciencia en la escalada es la de tus seres queridos, tu sabes que nadie te va a ver, salvo los que ya no están.
¿Entonces por qué escribo tantas atrocidades? Realmente me preocupa que el espíritu de la montaña se esté desvaneciendo con la exportación de símbolos nuevos que atacan al más sagrado alpinismo, aunque todo lo nuevo es, como decía antes, una sorpresa que nos incita a probar sus encantos, lo cierto es que es imprescindible conocer la cultura de cada región para ser una persona digna de alcanzar los paraísos del mundo, tampoco es imprescindible hacer millones de kilómetros para saber si eres capaz de conseguir trascender tu naturaleza cosmopolita, un consejo y con esto ya acabo, es que si algo te importa, conócelo, no lo quieras. Sueña con ello pero no lo desees, saber que cada momento es imprescindible para tocar con tus dedos las emociones de tu corazón es tan importante como el entrenamiento y, si no tienes ganas de conocerte a ti mismo en un mundo que no es sencillo y al que nos adaptamos mediante símbolos complementarios (p.ej ideología + forma de vida) que es complicado interpretar y están sobre todas las cosas, situados en los márgenes de una incógnita vida, no dudes en buscar otra forma de explorar, asomarte a tus propias montañas, comprender tus propios árboles, jugar en tu propio jardín y que nadie te arrebate el derecho a cambiar todo eso cuando te de la gana.
Por Aitor. Por Borja. Por Rafa. Por Isabel. Por los músicos de Manzanares. Por la Frutería Ecológica de Manzanares. Por el tiempo descubierto. Por la Sierra. Por los antiguos escaladores.


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